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Tras el accidente, el pequeño Gabri es evacuado en ambulancia e ingresado en el Hospital de la Paz. Al día siguiente, Fernando y Elena, sus padres, cuelgan en la Red un primer mensaje:

Nuestro maravilloso pequeño ha sufrido un accidente gravísimo. Mandarle toda vuestra fuerza, que le va a hacer falta. Te queremos con locura, mi amor. Ánimo y fuerza, Gabri, que tú eres un tipo grande. Nuestro pequeño vikingo...

Nadie está preparado para que, en un instante, la vida se extravíe y oculte su sentido. Elena y Fernando, y por supuesto Gabri, se sumergieron de súbito en una nueva, dura y exigente realidad. Y los tres, cada uno desde su ser y a su manera, la afrontaron.

Al principio fue como si nos cayese una bomba al lado, y la mente volvía una y otra vez en cuanto nos despistábamos a ese momento que lo cambió todo, llenando de humo y ruido cada rato en el que no teníamos que escuchar o hacer algo importante. Y lo importante había pasado a ser otro tipo de cosas.

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Afortunadamente pudimos contar con el apoyo y la ayuda de amigos, compañeros y familiares, que en esos momentos nos mantuvieron con al menos un pie en este mundo. Nos permitieron coger un taxi todos los días para ir y venir del hospital. Puesto que el shock que supuso asumir de golpe que la situación de Gabri no variaría en gran medida a corto plazo, fue muy fuerte y ninguno de los dos era capaz de conducir. Allí compartíamos el tiempo con amigos, otros padres, niños y personal del hospital, con quienes aprendíamos a manejarnos y mirar hacia delante. Siempre que podía Gabri nos regalaba una sonrisa y era fácil ponerle de buen humor. Él nos transmitía en una mirada la fuerza que necesitabas para pasar el día. Siempre se le vio decidido a quedarse con nosotros y luchar por estar todos juntos. Todo lo que vivíamos a cada momento era intenso y cada día que pasaba era un día de esperanza, un día más que podríamos disfrutar de su magia, esa que transmitía a todo aquel que llegaba a ver sus ojos.

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Había que esperar hasta que el agua del estanque volviese a quedar en calma, dentro de su cuerpo, antes de valorar el siguiente paso. Todas las personas que íbamos conociendo o compartían tiempo con nosotros nos dejaron huella. El resto del tiempo era para Lara, la otra mitad de nuestro tesoro, y para descansar lo posible.

Durante toda esta etapa pudimos sentir el cariño que despertaba Gabriel en todo aquel que conocía su historia. Fue probablemente la etapa más dura, en la que nos transformamos al ver su dolor, su rabia, la frustración de verse condenado a la inmovilidad. Fue donde entendimos que nuestro sufrimiento por mucho que pareciese y se sintiese, no podía ser más que una gota de lo que él debería sentir. Y que aun así era capaz de dejar a un lado para regalarnos sus famosas sonrisas que todavía hoy nos mantienen en pie.

Cada día es un largo día con futuro ganado a pulso. Y sin rendición, opción rechazada, la vida de Gabri continúa. De esa lucha queda constancia en cada comunicado.

Gabri sigue estabilizándose poco a poco. Le han retirado sedaciones y ya está despierto todos los días. Tiene días buenos y otros peores, en los que se encuentra un poco más desanimado. Pero aún así todos los días nos regala sonrisas maravillosas. Le hacemos llegar todos vuestros besos y abrazos. Y le llegan. Él sigue luchando con fuerza.

Sin tiempo para nada más que no sea estar con su hijo, día y noche, Elena y Fernando deciden crear una página en Facebook que aglutine la información de salida y entrada sobre la situación y la evolución de Gabri. Nace así el perfil “Gabri el Vikingo”, y el comienzo de la historia de su lucha por continuar con todos nosotros y de todos nosotros con él: La leyenda de la Ola Verde.

Entonces nos sentimos tan superados que nació en nosotros la necesidad de pedir ayuda, que todo aquel que lo sintiera, a su manera, pidiese por él. Porque pudiera seguir con nosotros, que no se fuera sin más. Que todo ese amor que nos hacían llegar de tantas personas se concentrara en él y esa energía se canalizara hacia su persona, pues dicen de las meigas que haberlas haylas...

Por Gabri. Primero, agradeceros a todos el cariño y el apoyo que hemos recibido. Os aseguro que nos ha hecho mucho bien y que Gabri sabe que estáis con él. Segundo, informaros de cómo está nuestro Vikingo. Ha sufrido una decapitación interna y no puede respirar por sí mismo ni moverse de cuello para abajo. Pero aún quedan esperanzas puesto que la médula no llegó a seccionarse. Tercero, mañana (13 de noviembre) va a ser operado para fijarle la columna y hacerle una traqueo, con objeto de que pueda sobrevivir y esperar la dicha de que su médula, y la ciencia, le permitan, con el tiempo, moverse algo más. Y al menos, seguir llenándonos de alegría con su mágica y hermosa personalidad. Por eso, os pido que mañana tengáis a Gabri en vuestros pensamientos para enviarle toda la energía positiva y toda la suerte posibles. Queremos agradecer el increíble y magnífico trabajo realizado por el gran equipo humano y profesional del Hospital de La Paz, en especial REA y todos quienes se ocupan de mantener vivo a Gabri y en ayudarnos a nosotros, sus papis. Gracias a todos.

La intervención cumple sus objetivos. La vida de Gabri queda a salvo, pendiente de un hilo medular, y alimentada por un resquicio de esperanza que lo es todo. Un nuevo frente de lucha se abre con el fin de optimizar, en lo humanamente posible, el estado y el futuro del pequeño Vikingo. Elena y Fernando dan cuenta de todo ello al día siguiente de la intervención. Han pasado 11 días desde el accidente.

Finalmente Gabri está estable. Ya se le puede movilizar. No se mueve de cuello para abajo ni puede respirar por sí mismo, pero sigue teniendo la oportunidad de seguir luchando y de continuar con nosotros. La gran ola verde de energía positiva ha funcionado. Tras un par de semanas de estabilización y salida del peligro del shock medular iremos al Hospital de Toledo, donde seguiremos esperando que la magia verde del Vikingo haga que recupere funciones que ahora no tiene y que se dan por perdidas. Ha sido increíble la respuesta y el apoyo de todos, que tanto nos ha conmovido y nos ha ayudado. Os agradecemos en el alma que hayáis compartido nuestro sufrimiento y angustia. Elena y Fernando os lo agradeceremos siempre. Ahora a por la próxima batalla en esta larga guerra. Un abrazo y un beso para todos.

“Gabriel el Vikingo y la leyenda de la Ola Verde” toma cuerpo, se amplifica y se convierte en un canal de comunicación abierto que aúna las esperanzas de cientos de personas. Un mensaje, uno más de los muchos que inundan la página, puede servir de muestra de ese anhelo común que envuelve y arropa a Gabri y a su familia.

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Cuando se tiene cerca a un gran guerrero se aprende a ver la vida con otros ojos. Quisiera mostrar todo mi apoyo, fuerza y cariño a ese gran luchador que cada día se enfrenta a una nueva batalla dando esas lecciones que sólo ellos, los más pequeños, son capaces de darnos. Los milagros existen, y espero, deseo y rezo porque éste sea uno más.

Milagros. Existan o no, la lucha por alcanzarlos es irrenunciable. Y en esa lucha Elena y Fernando sueñan con uno de esos milagros.

Tras superar la operación que nos regaló la oportunidad de seguir compartiendo la vida con él y la esperanza de llegar a un mañana diferente, pudimos ir a planta. Crear un espacio para nosotros en una habitación que pasaría a formar parte de nuestro hogar. Allí una mañana, Gabri volvió a tener una parada cardiopulmonar. Mientras lo reanimábamos le decía “no Gabri... aquí no, así no”. Y de nuevo se abrieron sus ojos para seguir iluminando el camino. Nunca tuvimos la oportunidad de charlar sobre aquello pero creo que le hizo consciente de la realidad en la que estábamos inmersos, y desde ese momento su entrega y lucha por cada segundo fueron absolutos.

Las batallas de esa guerra se libran las 24 horas de cada día, y pese a su terrible dureza los ánimos no desfallecen. La vida de Gabri, que brota fértil y a borbotones desde su quietud, ilumina esas batallas, donde Gabri vive y es. Un día tras otro pasa la vida, viviéndose en nosotros. La lucha de Gabri en su afán de acompañarnos entra en su cuarta semana, que sus padres, Elena y Fernando comparten con ese ya pequeño mundo en que se ha convertido “Gabriel el Vikingo y la leyenda de la Ola Verde”.

Gabri el Vikingo ha comido hoy puré de patata y de pescado (…). Ya casi no está medicado, aunque su estado sigue siendo complicado. Pero hoy tenemos una gran noticia: ¡ Por fin hemos conseguido llegar a la habitación!... Y eso nos hace sentirnos bien. Nuestro guerrero vikingo ha logrado alcanzar su primera meta. Se siente contento y relajado. ¡ Por fin está con sus papis todo el día !.

Al tener que estar conectado a una máquina que respirase por él perdió la capacidad de hablar. Y para nosotros, que pudiese volver a hacerlo se convirtió en el primer objetivo del camino que ahora teníamos que andar. Rápidamente aquella habitación de hospital empezó a llenarse de muñecos, dibujos, globos, inventos que facilitasen su estancia. Se fue convirtiendo en el hogar de un niño, donde se volvía posible una vida llena de bellos momentos que recordar. Aprendimos a comunicarnos de nuevo, de una forma mucho más profunda, de esa forma que solo los ojos pueden ver. Y mientras Gabri cogía fuerzas y peso para afrontar otra operación que le pudiese devolver la capacidad de respirar por sí mismo nosotros dividimos la vida entre nuestros dos Soles, compartiendo un rato cada día para contarnos como habían ido las cosas en cada hogar de los dos en los que ahora habitábamos.

En las largas noches que comenzaban con la proyección de estrellas sobre la oscura habitación y la música hasta que Gabri podía dormirse, se fue creando una relación especial con la Ola, personas que seguían sus pasos y que se preocupaban cada día por nosotros. Empezaron a formar parte de nuestras vidas y de la de Gabriel, a quien le íbamos contando el amor que suscitaba en tantas y tantas personas y que habría una ventana de luz en aquellas oscuras noches. Cuando los monstruos acechaban y revolvían en nuestras cabezas, cuando la sonrisa de Gabriel no los mantenía lejos, la Ola Verde era donde podíamos expresar y compartir lo que sentíamos, y sentir de vuelta los abrazos y la fuerza de otras personas que desde la distancia nos acompañaban en el camino.

La OlaVerde. Un episodio más de esa inefable comunión humana que nos caracteriza cuando trascendemos nuestra incomprensible soledad. Ese generoso puente existencial del soy al somos que Gabri tendió con su devenir cobró identidad y dejó paso a una historia personal que concernía a otros. El día a día de Gabri vivía en miles de vidas. Y la espuma solidaria de esa OlaVerde provenía de aguas y de corazones de todos los lugares. Desde Carolina del Norte (USA), los escolares del Bruce Drysdale Elementary de Hendersonville a través de su profesora les envían un entrañable trabajo dándoles ánimos y apoyo.

Mis niños y yo os mandamos muuuuucha fuerza y "high fives" ¡por los pequeños logros que el vikingo va haciendo! Besos. Le acabo de contar a los niños. Les digo: ¿Os acordáis de vikingo? Y todos inmediatamente me decían: ¡¡¡SI!!! ¿Como está? ¿Está mejor? ¿Ya está bueno? Todos súper preocupados... Hablan de él como si fuera alguien que conocieran. Están muy contentos de saber que va mejor poquito a poco. Lo dicho, mucho ánimo ¡fuerza que el coraje lo tenéis a montones! Un abrazo.

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Los días se sucedían y las cosas no empeoraban así que empezamos a ver la alegría en todo. La luz que atravesaba una jeringuilla para alimentar a Gabri se convertía en un arcoiris mágico que nos cargaba las pilas, poder ver la hermosa Luna naciendo entres las torres de Madrid, las algodonosas nubes de caramelo rosa que regala el atardecer, cualquier acontecimiento nos daba la oportunidad de crear un instante especial. Cada persona que entraba en aquella habitación parecía saber que cada momento de dicha era lo más importante. Fueron viniendo a compartir y crear recuerdos para Gabri muchas personas que desprendían amor y generosidad, y día tras día nos llegaban gestos de apoyo de lugares que jamás imaginábamos conocerían su tragedia. Trabajos realizados por niños en sus colegios, incluso al otro lado del océano, dibujos que hacían en sus casas para mandarle fuerzas, vídeos de apoyo, personas que convertían la habitación en un teatro, otras que nos regalaban un rato de paz, algunas nos transmitían el dolor que sentían al saber de su día a día. Una marea de personas con el único sentimiento de ayudar como fuera posible a que Gabri tuviese una vida después de todo. Entendimos así que la vida social de Gabri lejos de haber terminado estaba comenzando. Que Gabri no era algo nuestro ni de nadie, pero que pertenecía a todo aquello que había despertado en los corazones de quienes querían lo mejor para él, como nosotros. Y pasaron a formar parte de nuestras vidas y Gabri de las suyas. Desde entonces y hasta que pudiera ser él quien se relacionara con ellos, seríamos nosotros los que compartiríamos sus avances, alegrías y penas. La OlaVerde había llegado para quedarse y nunca abandonaría nuestros corazones.

Que Gabri vuelva a hablar, lo que sea posible, lo más que se pueda. La comunicación entre el pequeño Vikingo y sus padres nunca se perdió a pesar de sus graves lesiones, pero había que explorar y agotar todas las posibilidades que la ciencia médica pudiera ofrecer para que esa comunicación fuese verbal y separarle de esa maquina a la que estaba unido por un tubo que le proporcionaba el oxígeno necesario para seguir viviendo. En ese horizonte se perfilaba como una esperanza el hospital de neurorehabilitación, Institut Guttmann. Y allí fueron Gabri, Elena y Fernando.

Persiguiendo la voz de Gabri fuimos a Badalona, donde enseguida nos facilitaron una silla donde poder llevar a Gabri a tomar el aire, ver los atardeceres, el mar, bailar en el helipuerto, despegar como un Airbus por los pasillos, volar nuestra cometa, visitar a algunas cabras que andaban por ahí y a otros niños y no tan niños que realizaban actividades deportivas, iban y venían, sonreían. Y por primera vez fuimos capaces de imaginar una vida más allá de las paredes y ventanas de una habitación. Descubrimos a un grupo humano que se convirtió en nuestra familia, que nos mimaba, cuidaba e intentaba por todos los medios hacernos sentir acompañados. Y lo consiguieron, Gabri empezó a hacer rehabilitación, poco a poco se empezaron e ver avances que nos hacían soñar y vislumbrar otra vida. Compartíamos los mejores momentos con la OlaVerde, que seguía con esperanza todas las andanzas del pequeño gran Vikingo y que estaba formada por todas las personas conocidas o no que anhelaban como nosotros lo mejor para nuestra familia. Y que rápidamente nos consiguieron una casa cerca del hospital para que no tuviésemos que ir a dormir a un triste hotel donde las noches se hacían eternas, lúgubres, terriblemente solitarias...

Volvíamos a estar juntos, aunque por las noches nos tuviésemos que separar, y estábamos lejos de Lara, pero podíamos abrazarnos y sentirnos todo el día, junto a Gabri. A través de fotos y vídeos podíamos ver como nuestra pequeña crecía lejos de nosotros, de su hermano. Esperando que algún día cuando fuese capaz de comprender todo esto, entienda lo que estaríamos dispuestos a dar por ella.

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Sin lucha no hay victoria, pero luchar no garantiza vencer. Y es de la superación de esas derrotas de donde nacen las grandes victorias de la vida. Y Gabri siempre supo guerrear más allá de la derrota.

En el camino por devolverle la independencia respiratoria a Gabri se reunieron doctores de todo el mundo, con la esperanza de quitarnos algo de lastre que nos permitiera volar. Pero aquel día no hubo suerte. Todas las caras eran de desolación, el propósito de nuestro viaje no pudo alcanzarse y la tristeza nos encogió el alma a todos, a todos menos a Gabri que se erigió como el Rey de reyes y dijo “esta vez os animaré yo”. Nos transmitió con su cara de no pudo ser y sus sonrisas de aquí seguimos, que se nos había caído una pluma pero que ya teníamos las alas y debíamos usarlas para lo que son, para volar. Y de algún lugar en el fondo de su pecho sacó un hilo de voz, comenzando a hacer ruidillos y lanzar besuguitos. Lo que nos devolvió a la batalla y juntos sin desfallecer conseguimos que las palabras mamá, papá, los besitos volviesen a nuestras vidas. Y tras unas semanas recuperando las ganas de soñar junto a él nos fuimos a Toledo.

La tierra prometida, allí donde ocurrían los milagros. Para entonces y sin querer ofender, habíamos aprendido a cuidar de nuestro bebé mejor que nadie. Solo con mirarle sentías su aprobación o no, si algo le dolía o si necesitaba más cariño y menos atención. Hubo que volver a adaptarse, volver a construir un palacio mágico en una habitación de hospital, nuevas normas, nuevos horarios y otra vez separados cruzándonos en el camino de ida o vuelta, lejos de contactar. Pero podíamos ver a Lara día sí día no. Fue difícil, pero desde que tuvimos el accidente supimos que nada volvería ser fácil. Algunos días nos costó más que otros, pero en poco tiempo seguíamos rodando.

Allí, en el Hospital Nacional de Parapléjicos, donde luchan guerreros “rotos” de tods partes y de todas las edades, se enseñan unos a otros que la autocompasión no es una opción sino el principio de la peor derrota. Y que vencerla es el camino hacia la esperanza.

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La magia de Toledo radica en la interacción, allí por primera vez estábamos rodeados de otras familias con historias diferentes pero desenlaces parecidos. Gabri empezó a tratar con otros niños y veía sus avances. Tenían un grupo de terapia donde nunca sabremos que ocurría pero que notabas como le insuflaba un aire fresco y una fuerza que se contagiaban unos a otros. Allí se cruzaban las vidas de luchadores de todas partes que se motivaban unos a otros y a sus familias.

Nuestra incansable constancia y tenacidad en devolverle la palabra, el trabajo con la logopeda y las ganas de hablar hicieron que Gabri pudiese pronunciar varias sílabas y aumentar su capacidad de comunicación dándole a nuestros días más esperanzas y una melodía que soñamos durante mucho tiempo con volver a escuchar.

Salíamos a dar paseos junto al rio viendo a las familias de gansos y gatos del lugar. Escuchando la algarabía de los pájaros en los árboles cercanos como un concierto de cámara único y diferente cada día. La llegada y salida del helicóptero era uno de sus acontecimientos favoritos; decía que cuando fuese mayor iba a pilotar uno para llevarse volando a sus amigos y familia. Siempre le gustaron las alturas y desde muy pequeño le fascinaba la Luna y llegar hasta ella.

Escuchábamos conciertos de rock, veíamos películas y disfrutábamos como él de las historias de sus dibujos animados favoritos. Y cómo desde hacía ya mucho tiempo en cuanto teníamos un rato compartíamos esos maravillosos momentos con la OlaVerde que seguía creciendo y mostrando su apoyo con todo tipo de acciones y escritos, que nos asomaban a un mundo al que llevábamos ya tiempo sin acudir inmersos en nuestra nueva vida. Un lugar donde te encontrabas con personas a las que llevabas mucho tiempo sin ver y otras a las que habías visto poco o nunca, pero con las que habías compartido inolvidables momentos que ya no volverán. Un flotador, en un mar que a ratos se enfurecía y picaba, que te ofrecía un rato de calor cuando todo era frío.

Llevamos tantos gestos en el corazón que hay veces que tenemos que sostenerlo con las dos manos para que el peso de tanta generosidad no se lo lleve al suelo.

Para entonces Gabri movía la cabeza hacia los lados, adelante y atrás. Iba diciendo cada vez más palabras y se comunicaba con otras personas. Mejoraba cada semana, estaba más estable y se notaba que era alguien querido que irradiaba alegría y ganas de luchar. La esperanza de un futuro para él se volvía cada día más justificada. Y nos aventurábamos a soñar con momentos familiares en otros lugares y otros tiempos.

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Y así llegó el momento que tanto habíamos esperado, la vuelta a casa. Tan solo para unos días pero era el principio de una nueva etapa. Podríamos volver a estar todos juntos; Meru y Kyra sus perritas a las que tanto recordaba, volverían a chuparle la cara y a hacerle cosquillas con sus bigotes. Podría ver a su hermana todos los días, a su mamá y su papá otra vez en casa.

Y así ocurrió durante un día que a quedado grabado en nuestras retinas, un día especial donde pudo volver a pasear por su jardín con sus perras, ver sus juguetes, estar con sus abuelos y tíos allí donde había transcurrido casi toda su vida hasta el día del accidente, cenar en la mesa de la cocina con su hermana y sus padres. Un día para el recuerdo. Pero aquella noche algo pasó y pese a todos nuestros esfuerzos Gabri se sumió en un sueño del que ya no pudo despertar. Recuerdo cómo en el hospital cuando ya no cabían esperanzas de volver a volar junto a él le dijimos que descansara tranquilo, que lo había hecho genial, era el Vikingo más valiente que jamás conoceríamos y que no se preocupara por nosotros. Pocas horas después se fue... dejando tatuado en nuestros corazones su breve pero intensa vida y un hueco que el tiempo no rellenará jamás.

La muerte te quita el hoy y el mañana, pero no el ayer. Lo que ha sido es ya para siempre jamás. Cuando una vida acaba nace esa frágil, prodigiosa y sublime eternidad de vivir en otros, inmortalidad que sólo los seres humanos conocen. Y ahí vive Gabri ahora, en otros. En todos nosotros. Uno de esos nosotros, uno de esos guerreros “rotos” le dió vida en su piel

¡Hola mi campeón! ¿Qué? ¿Pensabas que me había olvidado de ti? ¡Pues eso jamás! ¡Mira lo que he hecho para ti! Mira este Tattoo, ¡está hecho en tu honor! Mira te explico...¿Te acuerdas de la moneda que tus papis me dieron? La moneda con el trébol en él... pues allí lo tienes, abajo, en el medio del "mándala". ¿Qué mejor manera de recordarte y tenerte cerca que tatuarme lo que nos une de cierta manera...? Y te preguntarás ¿la calavera para qué? Pues la calavera representa la muerte... ¿Por qué la muerte? Pues porque la muerte siempre está presente y siempre lo estará, y sería muy tonto no tenerlo en cuenta. ¿Y las alas? Pues las alas representan el angelito en el que te has convertido. Y los números, tanto en números romanos como en cifras, representan la fecha en la que yo tuve mi accidente: 22-11-14. Aunque no se vean muy bien por el flash. Bueno mi campeón, ya sabes lo mucho que te echo de menos y que para cualquier cosa, ya sabes, ven a buscarme por las noches en mis sueños y seguiremos jugando¿vale? ¡Te espero!

El día que le despedimos en el tanatorio la OlaVerde llenó sus fríos y relucientes pasillos de cientos de voces qué recordaban su lucha y su fuerza y que sufrían por su perdida como jamás hubiésemos imaginado. Llenaron la página donde nos asomábamos al mundo de flores, tréboles, arcoiris y pensamientos de paz. Llegamos a pensar que ese sería el día del adiós. Pero no, toda esa energía se dirigió hacia un bien mayor: El de evitar que otros niños y sus familias pasasen por algo parecido, puesto que gracias a una amiga, Cristina, junto a la cual ahora seguimos luchando para llevarlo a cabo, pudimos ver que todo esto se podría haber evitado si hubiésemos llevado a nuestro hijo en una silla a contramarcha. Y que aún no hacíamos con nuestra pequeña Lara. Que no hubiese existido Gabriel el Vikingo y la leyenda de la OlaVerde si hubiésemos sido capaces de acceder a la información más apropiada para prevenir esta triste historia y que era el mismo sentimiento de ayuda y protección, el que ahora movía desde otro lugar nuestro amado Vikingo.

Así que empezamos a escribir a Gabri, a contarle lo que sentíamos y por qué nos había ocurrido aquello, y la Ola hizo suyo el mensaje creciendo y divulgando a los cuatro vientos la historia de Gabriel, para que no haya más Vikingos y dar voz a todos aquellos que no la encuentran en su camino porque tienen que luchar tanto que no les quedan fuerzas para hablar.

Desde entonces nos acompaña, luchando por cambiar el posible futuro de muchos niños que viajan en el coche de una forma insegura, y es la ventana que nos asoma a Gabri, donde todos volvemos para verle de vez en cuando sonreír, disfrutar y gritarle en la cara a la vida que tres años con amor valen por una vida sin él. Donde los arcoiris se han vuelto su sello, su sonrisa dibujada en un cielo que siempre quiso surcar y descubrir. Donde ahora miramos para ver si está contento los días que se mezclan las lágrimas con el Sol. Allí donde ahora habita él, en nuestros verdes corazones. Y donde Lara se podrá asomar algún día para recordar a su hermano, a quien no tuvo tiempo de conocer...

No se puede describir el agradecimiento que sentimos hacia todas y cada una de las personas, que fueron innumerables, y que formaron parte de una u otra manera en este viaje sin final feliz, pero que en su trayecto nos mostró un mundo lleno de esperanza, sueños y personas que se preocupan por personas. Dando fe de que el amor existe, por encima del sufrimiento, el tiempo y el espacio. Ofreciéndonos un refugio cuando más lo necesitábamos.

Y sobre todo gracias a ti Gabri por todo lo que nos has enseñado. Te amamos, siempre.

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Y como no puede ser de tora manera, toda gran historia encierra una gran lección: Vivir es amar, y la historia de Gabriel y la Ola Verde rebosa amor, entrga, lucha y coraje. Valores que en el mundo de hoy bien nos valdría cultivar. Valores que Gabriel un niño de tres años con su conciencia limpia de limitaciones nos ha recordado. Nada es en vano. Todo tiene consecuencias. Cada historia que termina es el comienzo de otras historias que germinan de la anterior. Que sea para bien. Esa es nuestra lucha y nuestra historia, la de todos.